Niña Invisible: Iluminando la Vida en las Sombras

junio 10, 2022

Dasani se levanta antes del amanecer cada día en un albergue para personas desamparadas en Brooklyn, New York. Después de descobijarse, ella va a la ventana. En un día despejado, ella puede ver el desde el resplandeciente East River hasta la punta del Edificio Empire State, el primer rascacielos de Nueva York en llegar hasta 100 pisos. Y verlo le hace sentir que el mundo está lleno de promesa. “Yo tengo mucha posibilidad, también,” dice ella. “Yo tengo muchas cosas que decir.”

Usted las puede leer en el libro de Andrea Elliott, titulado Niña Invisible: Pobreza, Supervivencia y Esperanza en una Ciudad Americana. Elliott siguió a Dasani durante ocho años para dar una perspectiva a nivel de terreno de cómo es ser un niño pobre en Nueva York y para explorar el mal manejo de la situación de los desamparados por la ciudad. Su relato comienza cuando Dasani tiene 11 años y vive en un albergue que no permite el acceso por el público. Eventualmente, Elliott logra entrarse a escondidas con un fotógrafo, a través de una salida para incendios al fondo del edificio, y pasa corriendo por los guardias de seguridad para revelar las condiciones que existen adentro.

Elliott encuentra que Dasani vive en un cuarto de 48 metros cuadrados que ella comparte con su mamá, Chanel; su padrastro, Supreme; y ocho hermanos menores. Ellos tienen un balde que usan como inodoro y un pequeño lavabo que gotea constantemente, brotando moho de un tubo sarroso. Trepan cucarachas hacia el cielo raso. Corretean ratones por el piso, el cual está cubierto por los colchones en los que duerme la familia. De noche, los gritos de los drogadictos y el sonido entrecortado de disparos entran del callejón de afuera y llenan el cuarto.

El cuarto también está lleno de amor y un profundo sentimiento de compromiso, tal como lo deja claro Chanel. Ella no tuvo a sus hijos por accidente. Los tuvo por intención, planificando este pequeño ejército de hermanos y viendo fuerza en su unión. “Este es un mundo cruel,” dice ella a Elliott en una ocasión. “Yo no quería que mis niños queden lastimados por el mundo. Yo quería que se apoyen mutuamente. De esa manera, ellos no tienen que depender de gente que no es de su familia.”

Eso pone una carga pesada en la espalda joven de Dasani. Ella ya estaba cambiando pañales antes de que iniciara a la escuela primaria. Cuando estaba en quinto grado, era ella que buscaba el biberón del bebé antes del amanecer. Cuando Dasani finalmente llega a su escuela, frecuentemente está tarde, ha perdido el desayuno gratuito, y ha estado cuidando a sus hermanitos durante horas. Su vida es dura, pero ella la acepta y raras veces se imagina algo mejor. “Yo jamás sueño,” dice Dasani, “aun cuando intento hacerlo.”

Sin embargo, ella logra calificar para el cuadro de honor un otoño y sus maestros ven promesa en la niña delgada con los pómulos altos, ojos brillantes y una sonrisa linda. El director rehúsa darse por vencido con Dasani, aun cuando caen sus notas y su comportamiento se vuelve perturbador. Una maestra llamada Miss Hester sirve de modelo que se identifica con los problemas de Dasani y la insta a superarse. Miss Hester comenzó su vida en los proyectos de vivienda pública y logró ganar una beca para ir a la universidad. Pero ella sabe que es difícil igualar su ejemplo, especialmente para una niña que es tan fiel a sus hermanos. Miss Hester explica que Dasani necesita cambiar su vida y dejar el albergue para volverse la persona que ella podría ser, y “es un problema si cualquier miembro de su familia no ve la importancia de irse.”

Resulta que la familia apoya a Dasani cuando es aceptada a la Escuela Milton Hershey, un internado para niños de bajos ingresos, en Pennsylvania central. Utilizando los recursos financieros de un gran fondo fiduciario establecido por el magnate del chocolate, Hershey hace que la vida sea mucho más dulce para sus estudiantes. Invierte casi $85,000 por año en cada estudiante, proporcionando alojamiento, atención médica y dental, ropa y comida, un gran cuadro de personal de apoyo, y hasta colegiatura universitaria al graduarse. En Hershey, Dasani vive en un hogar grande con una docena de otras niñas y dos varones, y con dos tutores que aseguran a estos niños que ya no necesitan vigilar sus platos durante las comidas.

Dasani prospera ahí, al retirarse de sus hombros delgados el peso de la vida en el albergue. Ella eleva sus calificaciones de matemática, se vuelve “cheerleader” (animadora o porrista), y logra ingresar al equipo de pista. Pero ella lucha con el cambio de código, esa habilidad de cambiar entre los comportamientos y el lenguaje de distintos lugares, para poder desplazarse dentro de todos ellos. Dasani se pregunta por qué se tiene que vestir de una cierta forma y usar ciertas palabras en vez de otras. Ella siente que está rechazando la cultura del lugar que ella llama su hogar. Y esta sensación de conflicto crece mientras su familia empieza a desmoronarse.

Mientras Dasani está en Hershey, Chanel obtiene un vale de vivienda que estabiliza su alquiler, y la familia se mueve a un apartamento con varios dormitorios en Staten Island. Todo está bien por un rato. Entonces, su hermanito de siete años huye de la casa. El servicio de protección a los niños impide que Chanel entre al hogar, por sospecha de uso de drogas, así que ella tiene que dormir a la intemperie. Los lapsos burocráticos dejan a Supreme sin necesidades básicas como cupones de comida y la reconexión de la corriente eléctrica. Cuando a Supreme se le acaba la comida, él agarra un rollo nuevo de toallas de papel, camina a una tienda cercana, y dice al cajero “Le mataré si usted no me compra estas toallas de papel.” Después de que lo arrestan, los ocho niños, incluyendo a Dasani aunque ella está en otro lugar, terminan bajo cuidado tutelar. La familia que Dasani ama ya no está ahí cuando ella va de visita a Nueva York.

Y así no es como debe funcionar el sistema, como lo señala Elliott. La meta de la Administración de Servicios infantiles de la Ciudad de Nueva York (NYC Administration for Children’s Services – ACS) es “estabilizar a las familias en riesgo de crisis” mediante terapia y clases de paternidad, según su sitio web. Pero el gobierno federal hace que esto sea difícil. ACS actualmente gasta unos $532 millones en cuidado tutelar, más del doble de lo que gasta en la prevención del colapso de familias. Un 44 por ciento de su presupuesto proviene de fondos federales, de los cuales la mayor parte va al cuidado tutelar—no a la prevención. El resultado es un “sistema de vigilancia policial,” dice Elliott, “que castiga desproporcionalmente a las familias que viven en la pobreza y a las familias de color”—como la de Dasani.

El rompimiento de su familia paraliza a todo el progreso que ella ha hecho durante dos años en Hershey. Las visitas a los distintos hogares donde viven sus hermanos la hacen sentirse culpable por haberse ido. Dasani siente ansiedad, una emoción especialmente dañina para los niños pobres que han vivido por mucho tiempo bajo el estrés crónico provocado por la exposición a la violencia, el hambre, la deprivación del sueño y la enfermedad. Una niña como Dasani puede encontrarse varada en una modalidad de “lucha o fuga” que conduce a una sobreproducción de cortisol, una hormona que hace que sea más difícil calmarse cuando uno está molesto. Dasani comienza a involucrarse en peleas y ensangrienta la nariz de otra niña, lo cual termina en su expulsión de Hershey.

Cuando Dasani le da la mala noticia a Chanel, Chanel le dice que no hay más hogar y que Dasani tendrá que entrar a cuidado tutelar. Pero para Dasani, su “hogar” es la gente que ella ama, no un lugar. “No tiene que ser un techo sobre mi cabeza,” explica ella. “En Hershey, me siento como una persona, como que no pertenezco. En Nueva York, me siento bien, y siento que soy aceptada.” Ella quiere sentirse en casa y tener la libertar de hablar como hablan sus hermanas, sin siempre escuchar una voz que la corrige. Así que, está feliz con volver a Brooklyn y volver a la escuela pública. Dentro de un año, ella se ha empeñado y se ha motivado lo suficiente para postular a la universidad.

El libro de Elliott termina ahí, pero la historia de Dasani y su familia no había terminado. La familia fue reunida después de una larga batalla en la corte y ahora vive en un apartamento alquilado en el Bronx. Tanto Chanel como Supreme están trabajando para UPS, y Dasani se volvió la primera persona de su familia inmediata en graduarse de la escuela secundaria. Ella ahora está estudiando negocios en un colegio comunitario, sintiéndose optimista sobre su vida y alcanzando hitos que nadie en su familia había alcanzado antes. “Ella está creando su vida bajo sus propios términos,” dice Elliott, “y eso significa mantener a su familia en su vida mientras ella toma importantes pasos hacia adelante.”

Los retos que ella enfrentó para llegar a este punto están lejos de ser únicos, ya que Dasani pertenece a una “tribu invisible” compuesta de miles de niños pobres de todo el país. Ellos permanecen en las sombras porque los niños pocas veces son la cara de los desamparados. Ellos pasan sus vidas dentro y fuera de albergues, crecen con padres perturbados y frecuentemente crían a sus propios hermanos. Estas cargas abrumadoras los frenan, pero muchos de estos niños tienen promesa. Sus relatos también merecen nuestra atención y nos deben llevar a buscar soluciones más bondadosas a sus problemas. Debemos gastar más en programas que mantienen juntas a las familias en vez de desbaratarlas. Y debemos encontrar mejores formas de ayudar a los niños desamparados a buscar su potencial, suplica Elliott. Al igual que Dasani, muchos de los niños miran por la ventana cada día y creen que algo mejor les está esperando ahí afuera.

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